El estadio explota, la pelota está atravesando la línea de cal, vencido el arquero y sin oposición sigue rodando el cuero y de a poco besa la red. Estalla el estadio, de a poco los plateístas van saltando de sus butacas al grito de "gol", y algunos sentados explotan por dentro, pero no lo demuestran en apariencia.
En la popular tarda un poquito más, la gente no se apresura, va cargando sus pulmones de aire y prepara la descarga que va, con algo de bronca dirigida al equipo rival, y otro algo de descarga ante tanta presión. El jugador que marcó corre de a poco y va saliendo del área, se dirige hacia una esquina y siente el unísono grito de gol, un estruendo que nunca podrá borrar de su mente y lo volverá a buscar como si fuera una droga.
Ya es todo clima de fiesta. Hay abrazos y besos entre padres e hijos, entre abuelos y nietos, entre personas distanciadas por las opiniones respecto al planteo que el DT había implementado para ese partido. Ya no importa ninguna disputa, el gol se grita con el corazón, y ese corazón unifica a las miles de personas que asistieron bajo los mismos colores y con alegría observan como todo el equipo se abraza.
Algún que otro hincha atrevido y burlón, mira a la cabezera del otro lado y llega a ver rostros desilucionados, algo enojados con la pobre resistencia defensiva de su equipo o con el tonto error del arquero. Sin embargo allí, a pesar que algunos se tomen la cabeza, intentan replicar el cántico y simular que nada ha pasado. Se intenta emular la fiesta que nada tiene que ver con los sentimientos que los que metieron el gol experimentan.
De a poco van retomando sus posiciones, el juguador se acomoda la casaca y vuelve al trote con su puño apretado para que reconozcan que él habia sido el artífice de la gesta. La gente se recompone, aún quedan los más dormilones gritando el gol, pero esos 20 segundos de exitación ya pasaron. Vuelve la presión y se siguen escuchando los duelos de cánticos. El partido se reanuda, ahora el local gana 1 a 0 y los visitantes van a por el empate alentados ensordecedoramente por su gente. Los locales por su parte, esperan la réplica de lo que acaban de ver y así continuará el resto del tiempo que el colegiado disponga, 22 tipos atrás de una pelota, y miles de almas esperando ese grito sagrado de tres letras: "GOL".
No hay comentarios:
Publicar un comentario