Analizar a una Nación
ya de por si es complicado, pero determinar si esta es o no soberana requiere
reflexionar acerca de muchos aspectos que la rodean y componen. La definición
más simple puede recaer en que una Nación es libre si tiene un Estado popular y
participativo en el cual se expresen las ideas y los deseos de los individuos
que la componen, sin embargo qué pasa cuando el Estado da lugar a intereses
privados y ajenos a la población.
Los argumentos que sostienen la idea de que ya con tener
Estado democrático se es libre, forman parte de una construcción hegemónica por
parte de los mismos opresores y su facilidad para la construcción de sentidos
comunes, en este caso el de “el Estado somos todos”. Marx señalará en “La
ideología alemana” (1846), que la falsa creencia de libertad no solo enajena
aún más al hombre (en su teoría trabajador), sino que además lo aliena a
defender ferozmente esa falsa afirmación.
Aunque la idea de Marx era la de derrocar al Estado de
intereses burgueses, también encontramos el análisis de Michel Foucault en su
ensayo “Vigilar y Castigar” de 1975, en el cual menciona al Estado como el
principal instrumento del capitalismo para mantenerlos vigilados y así crear un
“panóptico” o una sociedad de control en la cual son siempre unos pocos los que
ejercen el poder. Este autor es claramente influente en las manifestaciones que
actualmente se desarrollan en Europa en las cuales las consignas son que el 99%
de la población vive esclava de un 1% que los gobierna y fue responsable de regular
ese Estado que no representó a nadie.
Como tercer autor que se refiere a los aparatos de Estado
se encuentra Louis Althusser en un trabajo de investigación realizado entre
enero y abril del año 1969 titulado “Ideología y aparatos ideológicos del Estado”.
En esta investigación, el sociólogo desarrolla la manera en la cual este Estado
que, como habíamos mencionado, tenía la función de regular instituciones,
emplea estas mismas para enajenar a sus gobernados. Como claro ejemplo menciona
la Iglesia Católica como forma de asegurar un control social sobre sus
creyentes, y en el caso de que alguno se subleve, Althusser menciona que existe
un aparato represivo del Estado compuesto por las fuerzas militares.
Ya centrándonos en la actualidad y tomando el ejemplo del
Estado en nuestro país, debemos mencionar los 3 poderes reguladores del mismo:
el ejecutivo, el legislativo y el judicial. Cabe destacar que los primeros dos
son los elegidos mediante el sufragio y en condiciones
democráticas-capitalistas, por lo que presentan esa falsa creencia de
legitimidad y representación política. Más allá de todo esto, remontémonos al
año 1976, cuando la Junta Militar tomaba el control del “gobierno” anulando las
facultades del poder legislativo, pero dos años más tarde, estos genocidas
serían reconocidos en el poder como legítimos por el poder judicial.
Tomemos otro ejemplo de Argentina en los años 90, vayamos
al poder legislativo. Las leyes de obediencia debida y punto final que
favorecían a los genocidas de aquel golpe, fueron aprobadas por el poder
legislativo, sumado a las privatizaciones de empresas nacionales como YPF,
Aerolíneas Argentinas y el Banco Hipotecario Nacional entro otras tantas. Esto
significa que estos gobernantes elegidos por sufragio de índole capitalista
tuvieron el poder de inutilizar al Estado, cuando su deber debía ser garantizar
el pleno funcionamiento de este para favorecer el progreso y el bienestar de
sus habitantes.
Es por estas razones que el Estado responde a los
poderosos, ya sean grupos económicos o clases dirigentes pertenecientes a la
burguesía nacional, es irreal creer en la soberanía de una nación a través de
un Estado. Quizá a nivel global un Estado determine el reconocimiento de una
Nación, pero internamente el estado es una marioneta de clases altas y serviles
a los verdaderos poderosos no solo de cada país, sino del mundo en general.
Mientras se siga mencionando que “el Estado somos todos”, es imposible creer en
una Nación soberana, que solamente llegará cuando se reconozca de una vez por
todas que el Estado es el instrumento clave de la lucha de clases.
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