
Pues bien, hablemos de la patada como el más bello arte en el fútbol, lo que lo diferencia de otros deportes. Muchos podrán decirme que el básquet, el rugby y el hockey son deportes de contacto y no se los voy a negar, pero en ninguno de estos la patada es una expresión tan liberadora y llena de emociones, en los mencionados deportes es tan solo una infracción y hasta puede ser considerado un acto de "cobardía". Por eso el fútbol es tan distinto, el golpe al rival es visto como estético, como parte del juego y a veces como la distinción de algunos jugadores que lamentablemente no llegaron a la pelota y terminaron llevándose el tobillo del adversario.

Los más grandes jugadores de la historia del fútbol no se definieron solo por sus cualidades líricas, sino que también eran cracks al momento de las patadas. Es imposible olvidar el cabezazo de Zidane a Materazzi en la final de la Copa del Mundo contra Italia, la patada voladora del gran Diego Maradona jugado para el Barcelona, o las innumerables e inentendibles reacciones de Cantona dentro de la cancha. Si quieren venirse al aspecto local, nos ponemos algo más rústicos, pero no menos eficientes con Juan Krupoviesa y aquella patada en un Boca-River al Rolfi Montenegro, el eterno Ruggeri y su intento de llevarse los ligamentos y meniscos de José Luis Chilavert, y finalmente quien no podía faltar en esta lista, el gigante y temido "Satanás" Páez.
El arte de pegar no es propio del boxeo, el fútbol lo utiliza de una manera tan sutil que enamora a todo el que ve esa acción. Ser un distinto implica no solo saber manejar la pelota, sino también implica entender cuándo es momento de lesionar al habilidoso del otro equipo, al que la pisa, tira caños y mete centros llovidos al segundo palo. El arte de pegar es maravilloso y una verdadera joya del fútbol que tenemos, ojalá que, al igual que los taquitos y los caños, no se pierda nunca.
Para el que entiende no hay nada más lindo que escuchar el "siga, siga" del árbitro ante tremenda barrida al talón de aquíles del contrario, y para el lírico, un calvario saber que tras uno o dos caños recibir ese bello guadañazo volador directo a las rodillas para que aprenda a respetar al rival. Lo dije en post anteriores y lo vuelvo a decir, no hay nada más hermoso que el fútbol y sus hermosas patadas.