Perdimos
todos
Patrick y Clark eran
dos soldados del ejército estadounidense que por ese entonces invadía Irak.
Competían en todo, contaban la cantidad de muertos que cada uno llevaba y al
final del día enterraban en el lodoso lugar de acampe un papel con el nombre
del ganador para que quede registrado y sea encontrado algún día.
A los tres meses de
compartir batallas, Clark fue alcanzado por una bomba de Napalm e incinerado
frente a los ojos de su compañero. Esa noche de lluvia Patrick llorando enterró
un papel que decía “ganó la guerra, perdimos todos”.
Una,
dos, mil guerras
Había una vez una
guerra por petróleo, con soldados y todo, parecía de película, como si todo lo
que tocara lo destruyera. Miles de muertos y desaparecidos quedaron tras esa
lucha.
Había una vez una
guerra por agua, con soldados y todo, parecía cinematográfica, como si todo lo
que tocara lo hiciera trizas. Miles de muertos y desaparecidos quedaron tras
ese combate.
Había una vez una
guerra por oro, con soldados y todo, era increíble ver esas escenas por la
tele, como si todo lo que tocara lo fuera arrasando. Miles de muertos y
desaparecidos fueron las consecuencias.
Y así podemos seguir
hasta hoy. Había una vez…